Debo decirte que desconozco si eres triunfo o derrota; si eres alegría o tristeza, si eres sonrisa o lamento. Pregunto: ¿para quién?. ¿Para quien se va o para quien se queda?
Esa respuesta depende de cada quien o de lo que signifique para cada uno.
Debo expresarte,
también, que he conocido muchos rostros en tu existencia y
presencia; sí, claro, como Ausencia te haces Presencia, como
Ausencia engendras tu Presencia. Por lo tanto, eres tan presente como
ausente; tan lamento como suspiro, tan soledad como compañía y tan
real como irreal, tan visible como invisible y tan sensible como
insensible.
Desde que perdí a mi hermano gemelo, y sin
tener conciencia de la vida me dijeron que sufrí su ausencia; que a
solas bebía mi alimento debajo de la cama esperando su presencia…y,
él, nunca llegó.
Confieso que esa
ausencia, tan presente y tan lejana, me hizo convertir su ausencia en
presencia cotidiana y muy cercana. Afirmo que él, mi gemelo, vive en
mi tiempo como yo en su espacio…en donde sea que esté él y en la
hora y momento que viva yo.
También, viví, sentí y
lloré la ausencia de mis padres. Aprendí que tu, querida Ausencia,
me enseñaste que una de tus cualidades es para darme la oportunidad
de vivir lo que ellos, durante su presencia, me enseñaron. Tu, como
Ausencia, estás a mi lado convertida en Gran Maestra de sus
enseñanzas, frases y ejemplos. Aquí es cuando recuerdo la frase que
me han de haber dicho cuando me enseñaron a caminar: “Ahora, un
solito”.
Pues ahora, queridos papá y mamá les digo”
que ustedes me enseñaron a caminar “haciendo un solito”; de mi
parte, en su ausencia, aprendí a volar, imaginar, compartir, amar
con las fuerzas de los vientos, sus abrazos y frases de su ayer.
Esa
es la Ausencia que bendigo y agradezco.
Hasta pronto.