Ayer me enteré que sufre tu cuerpo, pero -afortunadamente- no tu alma.
Me enteré, también, que la ciencia diagnosticó tu dolor, pero tu fé te brinda el alivio.
Eres más fuerte que la fuerza que posee el viento de los campos; descubrí, que eres más grande que la grandeza del firmamento y más alegre que la alegría que todos los ángeles del paraíso gozan.
Bendita tú, bendita quien te llame mamá y dichoso quien por esposa te tiene.
Hasta pronto.
“El amor es para vivir, el dolor para crecer.”