Qué años, qué vida, qué sueños. Aprendí a soñar despierto y a despertar soñando.
Tuve sueños de todo y de nada.
Sueños de cosas pasadas y por pasar,
Sueños de estudios y de ocios.
Sueños de fríos y calores.
Sueños de disfrutar mi compañia y mi unicidad.
Sueños de vivir, sueños de todos colores, pero sin un final.
Eso les hizo falta a mis sueños y ensoñaciones: que tuvieran
un final.
Como nunca lo ví, ese sueño se desvaneció.
Como nunca le puse fechas, ni colores, ni nada, ese sueño
desapareció.
Como nunca tuve quien me enseñara, mis sueños se
conviertieron simplemente en nada.
Allá tuve los mejores momentos, los mejores sueños…lo único
que permanece es esa Avenida Reforma en donde aprendí a soñar despierto y a
despertar soñando.
Hasta pronto.