Debo
 confesar que es algo con lo que yo, en lo personal, he batallado 
durante mucho tiempo para entender y aplicar. Es por eso que lo 
comparto.
Hace ya tiempo me decía una persona: “Qué difícil es ese tema: el de no guardar rencor, pero sí perdonar. Lo digo porque ese rencor es lo único que me pertenece;  además, ya me acostumbré.”
El
 rencor es una sensación que se elige repetir internamente; es un acto 
de la voluntad ser rencoroso, es "disfrutar la espera de una futura venganza", es convertirse en víctima y verdugo de un pasado. 
La persona que sufre de rencor mantiene libremente en su presente un constante pasado que le incomoda. Eso enferma al cuerpo y envenena el alma.
La persona que sufre de rencor mantiene libremente en su presente un constante pasado que le incomoda. Eso enferma al cuerpo y envenena el alma.
El antídoto para combatir el rencor es:  utilizar una excelsa capacidad del ser humano; quizá la más profunda y menos aprovechada de todas. Se llama Perdonar.  
Analizando las raíz de esta palabra: Per, del latín: por. Donar, regalar, entregar, ofrecer sin condición algo.
Los Dones del perdón, a mi modo de entender esta cualidad, son: El análisis de las situación pasada el aprendizaje hasta el dia de hoy, el agradecimiento a la vida y el deseo de seguir adelante disfrutando de la libertad que el perdón regala. 
Si reflexionamos y tomamos acción al respecto, estoy seguro de que habremos dado el gran paso que nos libera de una acción o recuerdo pasado.
Si reflexionamos y tomamos acción al respecto, estoy seguro de que habremos dado el gran paso que nos libera de una acción o recuerdo pasado.
Yo, el rencoroso, decido perdonarme porque, al fin y al cabo, yo me sigo ofendiendo al culpar a los demás; quizá, los demás, ya no existen en esta Tierra, y yo sigo rumiando mi rencor.