Dios mío, amigo mío:
Sé que habitas en mí. Eso me hace vibrar, me hace sentir y me hace
vivir.
Sé, también, que mi ser es un milagro de vida y mi alma un regalo de tu eternidad.
He aprendido a verte en el rostro de los niños, en los conflictos de los jóvenes y en los
comportamientos de los adultos.
He aprendido de los amaneceres, atardeceres y anocheceres. El amanecer
me brinda la fuerza, el atardecer me calma la fatiga y el anochecer me regresa
la energía.
Te digo que he convertido mi vida en una canción y mi trabajo en una
oración.
Conmigo vives y convives a través de mi familia, familiares, amigos; te
apareces en mis recuerdos y mis sueños, en mis errores y mis aciertos, en mis sonrisas y mis lamentos.
Me has dado dones que he convertido en herramientas para enseñar y
llevar una vida en paz, sencilla y sin complicaciones. Estoy convencido de que
enseñar es una bienaventuranza solamente escrita en los corazones de quienes no
saben, o no pueden o no quieren. A ellos inspíralos e ilumínalos. A mí guíame
para ser cocreador de un mundo mejor.
Vivo en ti, a través de mis colores, mis labores y mis palabras.
Amigo mío estoy en ti, como tu
estás conmigo.
Así es.
Autor: Luis Molina Canales.
Enero del 2000.