Una
gota de agua, sencilla, modesta y, posiblemente, insignificante, representa el ejemplo incuestionable de la virtud de la
constancia.
Siempre
se ha dicho que una gota de agua llega a horadar una piedra. No es la densidad
de la gota lo que la atraviesa, es su sempiterna constancia.
La gota no se distrae, no se va de su lugar, no se le presentan
otras necesidades ni otros rumbos. Ella está allí, insistente en su goteo y
consistente en su ritmo.
Este
es, definitivamente, repito un gran ejemplo que nos recuerda insistir en lo que nos
propongamos. Es decir, tenemos nuestro sueño, sabemos lo que queremos, cómo,
cuándo, dónde, cómo, etc. No veo ninguna fuerza externa que nos haga cambiar de
rumbo. Cuando
abandonamos nuestro sueño quiere decir que no nos preparamos como la gota de agua, en ritmo y tiempo iguales para
no cejar nuestro propósito.
Una
gota de agua ni
siquiera llama la atención; al contrario, a veces es molesta al oído; sin embargo, es el verdadero ejemplo de la consistencia y su sonido nos dice: "Hazlo una y otra vez, insiste."
Hasta
pronto.
“El
amor es para vivir, el dolor para crecer.”